Al día siguiente nuestro viaje nos llevaría a Ibel, un
pueblecito muy pequeño donde las gentes del lugar viven con la tranquilidad de
la montaña y sus quehaceres de una vida en serenidad.
Aquí un champichón hecho por termitas....
Desde aquí subimos a un poblado (tribu) que está en lo alto de una montaña. Su acceso se limita a una senda por la que subes a lo alto del cerro. En este lugar nuestros corazones se pararon al observar su modo de vida. Parecía que el tiempo allí no existía, habíamos vuelto a la edad de piedra, donde se cocinaba con vasijas de barro y para hacer fuego se necesitaban dos ramitas y esfuerzo, mucho esfuerzo. En aquel lugar descubrimos que los valores humanos siguen intactos, donde la contaminación del poder no ha llegado y que las gentes viven con las puertas abiertas para todo aquel que quiera visitarles. Todavía se me pone la piel de gallina al pensar que hay personas que viven en el principio de los tiempos y que para ellos las cosas fuera de su colina no existen y lo mejor de todo, allí se respiraba felicidad.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada