He visto
lugares
de altos
montes y sabanas,
y he
disfrutado mañanas
contemplando los
pinares.
He morado en
los hogares
de familias en
pobreza,
y he
descubierto belleza
en la gente
entristecida,
y a pesar de
mala vida
se conducen
con nobleza.
Allí existe
gentileza
y mucha, mucha
alegría,
no existe la
cruel arpía
que ambiciona
la riqueza.
Viven en
naturaleza
y con ella el
alma encierra,
nada entienden
de la guerra
no conocen
armamento,
sólo usan el
instrumento
en su pesca
dia a dia.
Al llegar a la
Isla, lo primero que pensamos era que debíamos disfrutar de aquel lugar, desde
el principio hasta nuestra hora de partir. Así que fuimos a dar nuestro primer
paseo y empezar a conocer a la gente de aquel lugar.
Lo primero que nos encontramos fué que nuestra habitación estaba al ladito de la casa de un gran amigo nuestro....
Una voz sonó por el primer piso, ¡españolas! ¿de dónde sois?. Me asomé y me encontré con un Senegales de dos metros que me decía,¡ yo soy mañico! A partir de este momento, Carabanne se convirtió en nuestra casa, conocimos a Bamba y nos regaló tantos momentos, que nunca podremos olvidarlo.
En el paseo conocimos a un hombre que acabó convirtiendose en nuestro gran amigo Paco Carabanne, un artista de los que no quedan, en menos de una hora te cose un vestido, un pantalón, o una falda a medida y del color que tu quieras, una gran persona.
Esa noche estábamos
muy cansadas pero todavía tuvimos tiempo de visitar el pub Calipso donde por
las noches su dueño Amadeo ofrece un tiempo de relax y alegría tomando unas
cervecitas frescas del lugar acompañados de música Africana, todo un lujo en
primera fila.
Nuestra Maria, dandolo todo! iepaaaa.....
En la foto de arriba, otro amigo, Celeste, nuestro cocinero de Carabanne, un chaval con mucha gracia.
Y más tarde a dormir, que con este calor, no sería muy larga la noche.
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