Llegamos a Dakar sobre las 2 de la mañana y entre el sueño
que nos inundaba y las colas para el pasaporte, casi no nos enteramos de cómo
era la ciudad, a esas horas dormida ya.
Al despertarnos, nuestro amigo Alium estaba esperándonos para
desayunar y hacer los últimos retoques a nuestra ruta por su país. Estábamos
tan contentas que aquel primer café con pan y mantequilla casi ni lo probamos,
cosa que no hicimos nunca más después de ese día. Aquí tambien conocimos a Ismaila, nuestro guia, que nos acompañaria en nuestra travesía.
Nuestra primera parada era visitar el “Lac-rose”, Lago Rosa.
El adjetivo "rosa" proviene
del color de sus aguas, que se tornan especialmente rosáceas durante la
estación seca. Esto se debe a una cianobacteria que fabrica un pigmento rojo
para resistir a la concentración de sal. Precisamente el alto nivel de
salinidad permite que, al igual que sucede en el Mar Muerto, las personas
floten con facilidad. ¡¡Eso lo teníamos que probar!!
Nuestra primera impresión fue que íbamos a tener una gran experiencia
con las gentes de este país, porque a cada paso que dabamos alguien siempre
gritaba; ça va toubab!
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